Descenso del nivel de agua en el embalse de Kajovka. Imagen: Nina Liashonok/Ukrinform/ABACAPRESS/
«No puedo cultivar mis tierras, ya que fueron confiscadas por los ocupantes. Ahora tampoco habrá agua», afirma el agricultor ucraniano Vasyl en entrevista con DW. «En febrero de este año, los rusos vinieron y anunciaron que los campos y toda la propiedad de mi granja serán ‘nacionalizados'», cuenta.
Debido a que la granja se encuentra en los territorios ocupados por Rusia, el agricultor tuvo que abandonarla el año pasado por motivos de seguridad. No quiere que su verdadero nombre aparezca en los medios de comunicación, ya que podría poner en peligro a sus padres, que aún viven allí.
La situación de Vasyl es la misma que la de muchos agricultores de la región de Jersón, en el sur de Ucrania. Desde la primavera de 2022, la mayor parte de la región está ocupada por Rusia, al igual que la vecina región de Zaporiyia. Muchos habitantes huyeron a otras regiones de Ucrania.
Sin agua no hay cultivo
Solo unos meses después de la expropiación llegó el siguiente golpe para Vasyl. Tras la destrucción de la presa de Kajovka la noche del 6 de junio, las 3.000 hectáreas que cultivaba se quedaron sin riego y amenazaban con quedar desiertas. Pésimas noticias para él y para los numerosos agricultores de la región.
Según el Ministerio de Agricultura ucraniano, casi 600.000 hectáreas del sur del país están afectadas y ya no pueden cultivarse sin el agua de la presa destruida. Antes de la guerra, se cosechaban aquí hasta cuatro millones de toneladas de cereales y semillas oleaginosas por un valor de 1.500 millones de dólares.
Además de las regiones de Jersón y Zaporiyia, los agricultores de Crimea, anexionada por Rusia, también están perdiendo toda perspectiva con la destrucción de la presa de Kajovka. Según los expertos, el Canal del Norte de Crimea, que se alimentaba del enorme depósito de agua de la presa en el Dnipro, pronto se secará.
Territorios ocupados, principalmente afectados
Para el conjunto de la economía ucraniana, sin embargo, la inminente desertización de estas zonas solo tendrá consecuencias muy limitadas a corto plazo. Esto se debe a que la mayoría de las empresas agrícolas afectadas se encuentran en el territorio ocupado por Rusia. Y su producción ya no está disponible en el mercado ucraniano desde 2022.
Esto ya encareció los productos agrícolas de la región el año pasado, especialmente las verduras. Antes de la guerra, solo la región de Jersón producía el doce por ciento de la cosecha total de hortalizas del país.
Desde el comienzo de la guerra, Ucrania ha perdido el 36 por ciento de toda su cosecha de tomates. «Los tomates del sur de Ucrania son los mejores, sobre todo por su sabor dulce. Con riego suficiente, maduran especialmente bien bajo el sol del sur», afirma Yuri Lupenko, del Instituto de Economía Agrícola de Kiev.
Ahora, sin el agua de Kajovka, los agricultores del sur de Ucrania perderían su medio de vida y las hortalizas podrían convertirse en un producto escaso de forma permanente, advierte Lupenko. Ya en 2022, las importaciones de hortalizas aumentaron un 66 por ciento.
Malas noticias para los mercados mundiales
Pero, según los expertos, la destrucción de la presa no tiene consecuencias inmediatas para el conjunto de las exportaciones ucranianas de cereales, ya que las zonas afectadas también están aisladas de los mercados internacionales desde 2022. No obstante, cualquier mala noticia procedente de Ucrania provoca fluctuaciones en los precios, afirma Stephan von Cramon-Taubadel, catedrático de Economía Agrícola de la Universidad Georg-August de Gotinga, en Alemania.
«La tensión resulta de la suma de muchas incertidumbres. Los precios pueden oscilar muy rápidamente cuando se añade más información», afirma el economista agrario. Inmediatamente después de la destrucción de la presa de Kajovka, los precios internacionales de los cereales subieron una media del tres por ciento. El nerviosismo continuará mientras prosiga la guerra rusa contra Ucrania, afirma Von Cramon-Taubadel.
Las buenas cosechas en los principales países agrícolas, incluida Rusia, en 2022, así como las previsiones positivas para 2023, ofrecen a los importadores precios relativamente bajos. Pero a largo plazo, el mundo no puede prescindir de gran parte de la producción agrícola ucraniana en la lucha contra el hambre, alerta el experto.