A medida que el cambio climático impone el aumento de temperaturas también condiciona las nuevas áreas de distribución de las hormigas que conocemos como exóticas. Entre ellas, las hormigas locas están especialmente en el punto de mira. Se expanden hacia latitudes más altas, hacia el norte del hemisferio terrestre, como “refugiadas climáticas” y somos los humanos los que favorecemos sus viajes con nuestros desplazamientos.
El caso de la hormiga loca
El género Paratrechina probablemente se originó en los trópicos de África. Se ha extendido a las regiones templadas de todo el mundo y, debido a la interferencia humana, ahora está presente en América del Norte y del Sur, África, Europa, Asia y Oceanía.
En la península ibérica la hormiga loca (Paratrechina longicornis) comienza a ser común en jardines de ciudades andaluzas y se han detectado en Barcelona.
El apodo de “loca” se debe a que camina muy rápido dando tumbos a izquierda y a derecha con un movimiento “errático”, a diferencia de la mayoría de las especies.
Son pequeñas, difíciles de detectar si son pocos individuos y muy fácil de transportar de manera inconsciente. A día de hoy, es altamente probable que se estén instalando en otros lugares cada vez más al norte y no seamos conscientes de ello.
Las hormigas locas no son las únicas que llegan de otros lugares. Las reconocemos como especies exóticas y algunas de ellas como invasoras por los impactos y alteraciones que provocan o pueden provocar en nuestros ecosistemas naturales.
La hormiga argentina ha llegado a Noruega
La hormiga argentina, tan común ya en ciudades de la península ibérica, hace años que llegó al sur de Noruega. Son un caso de libro. Personas que viajaban y transportaban sus caballos en remolque detectaron hormigas en su casa en Noruega tras volver de viaje desde el sur de Francia. El servicio de control de plagas facilitó algunos individuos con los que desde la Universitat de Girona pudimos confirmar que se trataba de obreras de Linepithema humile, la hormiga argentina, especie natural de Sudamérica.
No es un fenómeno nuevo. La primera cita de la especie exótica con distribución más amplia que tenemos, L. humile, es de 1923 en Valencia. La podemos encontrar prácticamente en todas las poblaciones de la costa y en ciudades del interior peninsular, en jardines de, por ejemplo, Sevilla y Madrid.
La conocida como hormiga roja de fuego pertenece al género Solenopsis y la pequeña hormiga de fuego al género Wasmannia. Ambas son exóticas para nuestra fauna. La primera se detectó en Europa en 2022, concretamente en Sicilia. No hemos vuelto a tener noticias de ella por ahora.
Una de las pequeñas hormigas de fuego fue detectada en 2018 en la provincia de Málaga. Fue la primera cita de esta especie anidando en exterior en Europa. Dos años después se confirmó su presencia en el sur de Francia. Estos dos géneros de hormigas son especies a monitorizar y, si es posible, erradicar.
Cómo viajan
A día de hoy hemos detectado en la península ibérica hasta una treintena de especies de hormigas exóticas que provienen en su mayoría de zonas tropicales y subtropicales. Por sí solas tienen una capacidad limitada de expansión y sus traslaciones a distancia desde la costa a ciudades del interior lo facilita el traslado de mercancías por carretera o el movimiento de personas.
Los puertos son unas de las vías de entrada y las zonas portuarias lugares ideales para su desarrollo en un nuevo, a veces, continente. Han llegado y llegan hasta aquí aprovechando el comercio de mercancías.
Comercio hormiguero
Hay otro modo de acceso. Como ocurre con otros grupos animales, existe un comercio de hormigas de zonas tropicales hacia nuestras latitudes motivado por el coleccionismo, la cría de colonias, su disfrute como mascotas o animales de compañía.
La treintena de especies exóticas puede parecer un número relevante, que lo es, pero representa algo menos del 10% del número de especies de hormigas autóctonas.
¿Invasoras?
La península ibérica es una de las zonas de mayor diversidad de hormigas de toda Europa. Se han descrito más de 300 especies distintas y aún quedan algunas por describir.
Por ahora sólo un par (L. humile-hormiga argentina y Lasius neglectus–hormiga invasora de jardines) se comportan como especies invasoras, desplazan a las autóctonas en zonas naturales, monopolizan recursos y alteran procesos ecosistémicos en que participan las hormigas.
Tenemos ejemplos de localizaciones tempranas de especies invasoras, como la primera vez que se encontró Monomorium o Trychomyrmex destructor, la hormiga de Singapur en el puerto de Barcelona, dentro de un contenedor en 2002 y más reciente la localización de Paratrechina longicornis en 2020 en Barcelona.
Ésta última, y a pesar del tratamiento para intentar eliminarla, ha vuelto a ser detectada en marzo de 2024 ya en el centro de la ciudad y en la montaña de Montjuic. Casos similares de detección cerca de zonas portuarias los tenemos del sur peninsular, por ejemplo, en los jardines de la ciudad de Cádiz de Brachymyrmex patagonicus
Refugiadas climáticas
Si nos ponemos en su lugar, podríamos especular con que en el contexto actual de cambio climático y sus consecuencias se puede considerar a las hormigas como una especie de refugiado climático que busca nuevas zonas más acordes a sus necesidades biológicas para vivir.
Este flujo de especies de hormigas es un proceso continuo en el que de manera voluntaria o involuntaria somos actores y a la vez receptores de las consecuencias.
*Tomado de: https://theconversation.com/y-si-llevamos-una-hormiga-loca-en-la-maleta-234581