Foto/diariodelhuila.com
Los altos costos de los insumos y el poco apoyo gubernamental, sigue dejando relegado a los productores algodoneros en el Huila, uno de los departamentos que en décadas pasadas disfrutaba de la bonanza del llamado ‘Oro Blanco’. Hoy en día su producción se hace de manera rotativa con otros cultivos.
Un productor de algodón debe esperar aproximadamente seis meses antes de poder cosechar y comercializar su producción. Durante este periodo, es fundamental mantener el cultivo libre de plagas que puedan perjudicar la cosecha, y para lograrlo, es necesario contar con diversos insumos que, en la actualidad, tienen un costo significativamente alto, alcanzando alrededor de siete millones de pesos por hectárea.
Esta cifra puede duplicarse en función de la extensión de tierra cultivada, la ubicación geográfica y las condiciones climáticas. Germán Escobar, un productor de algodón del municipio de Campoalegre, ha ilustrado esta realidad mientras está actualmente ocupado recolectando su cosecha de algodón.
La siembra de algodón se efectúa utilizando semillas transgénicas importadas de los Estados Unidos. Sin embargo, según la opinión de Escobar, un experimentado agricultor con más de 30 años de experiencia en este cultivo, las semillas empleadas en esta cosecha no presentan la calidad deseada. Él menciona: «Estas semillas están envejecidas, lo que afecta negativamente la calidad de la cosecha. Es crucial que el Ministerio de Agricultura supervise de cerca la importación de estas semillas, ya que están autorizadas, pero no cumplen con los estándares necesarios».
Por cada hectárea, se pueden recolectar entre 4 y 5 toneladas de algodón durante toda la cosecha. Es evidente que el departamento del Huila carece de la infraestructura, maquinaria y apoyo gubernamental necesarios para recuperar la producción de este cultivo en el país. Actualmente, apenas se cultiva una décima parte de las hectáreas que se sembraban hace 50 años.
Los costos de producción son significativamente elevados, llegando a aproximadamente 7 millones de pesos por hectárea, incluyendo gastos como mano de obra, preparación del terreno y arrendamiento. Lamentablemente, trabajamos sin ningún tipo de respaldo o apoyo.
Según cifras de la Confederación Colombiana del Algodón (Conalgodón), en los años 70 el país sembraba entre 350.000 y 400.000 hectáreas (ha). Hoy esa cifra apenas supera las 13.000 ha, sumando las dos zonas en las que tradicionalmente se siembra: la costa, que reúne a los departamentos de Córdoba, Sucre, Cesar, La Guajira y Magdalena, y el interior, en la que se encuentran Tolima, Huila, Cundinamarca, Cauca y Valle del Cauca.
La crisis empezó a causa de diversos factores, como los costos de producción y precios de venta que debilitaron a los agricultores frente a la competencia del mercado internacional. A esto se sumaron las limitaciones en el uso de maquinaria, al contar con equipos antiguos y con deficiencia tecnológica, generando un uso ineficiente de la energía y los recursos. También hubo un aumento de plagas como el picudo, que utiliza el fruto de la planta para depositar sus huevos, reduciendo las cosechas en cuestión de semanas.
Recientemente, los insumos requeridos en el desarrollo del cultivo, como las semillas y los abonos, han subido tanto de precio, que algunos han optado por dejar el algodón. Una bolsa de semilla certificada, explica Rodolfo Álvarez, secretario técnico regional de Conalgodón, puede costar $1’300.000, y alcanza para sembrar menos de dos hectáreas. Antes del Tratado de Libre Comercio, con el que llegaron las semillas certificadas, esa misma bolsa podía conseguirse en unos $350.000.
Cultivo rotativo
Campoalegre, Neiva, Aipe, Palermo, Rivera, Tello, Villavieja y Tesalia, son algunos de los municipios que cultivan el algodón de forma rotativa, el 70% del área sembrada en el departamento está en Campoalegre.
El cultivo de algodón se considera una alternativa debido a las variaciones en las condiciones de suelo en los diversos municipios del Huila. Se busca principalmente como una opción para el manejo de diferentes malezas y evitar el agotamiento de la tierra. Además, contribuye a la oxigenación y mejora la calidad del suelo. Sin embargo, los agricultores muestran cierta reticencia hacia este cultivo debido a las condiciones de pago impuestas por las asociaciones. En este proceso, la entrega del algodón se efectúa después de la cosecha, que comienza en febrero, y los pagos no se realizan hasta finales de año. Esta incertidumbre en los precios se debe a la dependencia de las fluctuaciones en la Bolsa de Nueva York, lo que hace que los agricultores estén sujetos a las decisiones que se toman en ese mercado internacional.
Según las proyecciones de la Confederación Colombiana de Algodón la cosecha que se da en el interior del país, incluido el Huila, se proyecta un aumento significativo en la superficie cultivada de algodón. Para 2025, se espera que esta cifra pase de las 6,000 hectáreas sembradas en 2022 a unas 16,000 hectáreas. En particular, en los departamentos de Tolima y Huila, se planea un incremento de 5,750 a 15,000 hectáreas, mientras que, en el departamento del Valle del Cauca, se pretende aumentar de 250 a 1,000 hectáreas.
Sin embargo, es importante destacar que la disponibilidad de tierras adecuadas para el cultivo de algodón en estas áreas se encuentra limitada debido a la competencia con otros productos, como el maíz y la soya. En el Valle del Cauca, la extensa utilización de suelo para la caña de azúcar impide un aumento significativo en la estimación de hectáreas dedicadas al algodón. Aunque se espera que el arroz libere algunas áreas con riego en Tolima y Huila, se estima que este incremento no superará las 5,000 hectáreas adicionales.
A pesar de las proyecciones prometedoras, las palabras de Germán Escobar, un productor de algodón en el municipio de Campoalegre, resuenan con peso. Mientras los elevados costos de los insumos no sean regulados y no existan políticas efectivas destinadas a revitalizar y proteger este sector productivo, continuar invertir en el cultivo del «oro blanco» seguirá representando un riesgo significativo.